A lo largo de la historia, la moda ha sido una forma de exaltar la propia personalidad, la identidad y los gustos. Es una forma de expresarnos y de decir quiénes somos, cuáles son nuestras creencias y qué es lo que disfrutamos en la vida. En este contexto, la moda se ha convertido también desde hace tiempo en un escenario de revoluciones para salir a debatir los preconceptos que se aplican a todas las personas y las limitaciones que la industria genera sobre los cuerpos y las identidades de las personas. Es por ello que surge lo que se conoce como la estética queer.
¿De qué hablamos cuando hablamos de queer?
El término queer no es algo nuevo pero todavía surgen dudas respecto de qué es lo que en realidad significa. Dentro de las muchas lecturas en este sentido, se suele entender por queer a una identidad de género que se sale de las normas establecidas producto de una intersección de distintas formas de concebir al género y a la sexualidad.
El término queer, en realidad, proviene de la Sociología y de una teoría que explora en las categorizaciones de género y sexualidad que no están necesariamente inscritas en la naturaleza biológica de los seres humanos, sino que es el resultado de una construcción social impuesta en las personas desde que nacen y en sus diferentes entornos sociales y de formación y que varían en cada sociedad. A partir de este entendimiento, muchas personas desde hace tiempo comenzaron a explorar vestimentas sin género llenas de estilo que permitan dar cuenta de que la moda puede personalizarse y es hecha por las personas y sociedades y no al revés.
Tanto ha crecido esta tendencia que, con el paso de los años, distintas figuras de la cultura han explorado entre estas distintas posibilidades para desestabilizar la idea clásica de que existe una forma de vestir y una estética que es propia de las personas de acuerdo al género que fue asignado al nacer. Algunos de los casos más llamativos de ello han sido el icónico David Bowie, la espectacular Marlene Dietrich y, ciertamente, el disruptivo Elton John.
El rol de los drag balls
Teniendo en cuenta lo mencionado con anterioridad, podemos decir que la estética queer ha aportado considerablemente al sector de la moda, revolucionándolo y obligándolo a replantearse los límites de lo posible. Esto, de la mano de una lucha que lleva mucho tiempo y que puede remontarse al siglo XVIII cuando la homosexualidad todavía era ilegal en Europa. En ese contexto, muchas personas utilizaban ciertos símbolos discretos para identificarse entre sí a través de la indumentaria o del maquillaje de una forma que no sea visible para todos.
Posteriormente a esto, ya hacia la década de 1920, se comenzaron a hacer populares los drag balls. Estos eran espacios en los que los hombres tenían la posibilidad de vestirse de la forma en que quisieran con vestimenta que se consideraba “de mujer”. Tiempo después, hacia la década de los 50 y los 60, el movimiento homosexual comenzaba a hacerse más visible y más fuerte, surgiendo durante esta época el concepto de androginia que sigue hasta la actualidad y qeu consiste en una combinación entre las características consideradas clásicamente como masculinas y las que se suelen considerr como femeninas.
Conclusión
La estética queer no es necesariamente un estilo definido, sino que es una filosofía que consiste en combinar la indumentaria de forma de expresarse y presentarse a uno mismo. Es una estética que se desvía con orgullo de las tendencias convencionales que se sitúan sobre las personas de acuerdo a su identidad de género para poder generar una estética propia que se asocie con la identidad y personalidad de la persona, permitiéndole correr los límites de lo que se ha considerado posible a lo largo del tiempo.